La Iglesia: Triunfante, Militante y Sufriente

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Lo que se les enseñó en sus clases de catecismo sigue siendo válido, aunque hoy no es un lugar común escuchar la descripción de los diversos estados de la Iglesia tal como los describe.

La iglesia triunfante describe a la Iglesia en el cielo. En el reino de Dios —el ámbito en el que está la Santísima Trinidad, los ángeles y los santos, y la morada de todos los que han alcanzado la plenitud de la salvación en Cristo— ya existe la Iglesia. Pero tendrá su plenitud al final de los tiempos, cuando toda la creación y (esperamos) todos los seres humanos sean conformados a Cristo y toda la realidad sea de alabanza y gloria divina.

El término “iglesia triunfante” subraya la verdad de que en la gloria del cielo todo el pecado humano habrá sido transformado, la muerte y el sufrimiento ya no existirán, y la gloria de Dios habrá triunfado sobre todas las imperfecciones de la historia humana.

La iglesia militante se refiere a la Iglesia en la tierra. El término “militante” puede sugerir una relación antagónica entre la Iglesia y el mundo. Sin embargo, se refiere a una realidad auténtica: que la Iglesia en la tierra trabaja para superar las dimensiones imperfectas y pecaminosas de la existencia humana.

La misión de la Iglesia no es oponerse al mundo ya la sociedad, sino trabajar en su transformación por la predicación convincente del Evangelio y por el poder edificante de las buenas obras y el ejemplo de los que son bautizados en Cristo. El mejor activo de la Iglesia es la santa actividad y el ejemplo de quienes han elegido el modo de vida cristiano.

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La iglesia que sufre se refiere a la iglesia en el purgatorio. El purgatorio no es una especie de infierno temporal. Es más bien el umbral, la antecámara del cielo. En el purgatorio, todos aquellos, cristianos o no, que han llegado a las puertas de la muerte sin alcanzar la plena perfección de la vida representada en Cristo, son limpiados en una especie de bautismo continuo y son purificados por el fuego iluminador del Espíritu Santo. El sufrimiento del purgatorio no es uno de destrucción, sino el sufrimiento que proviene de dejar atrás el viejo yo y asumir el nuevo.