Santa María de Egipto: una santa a invocar contra la promiscuidad sexual

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La revolución sexual de la década de 1960 alteró drásticamente el panorama moral del mundo occidental. Pero claro, la promiscuidad sexual no se inventó en la década de 1960; siempre ha estado con nosotros, aunque puede haber sido más rampante en algunos lugares y en algunos períodos de la historia que en otros.

Santa María de Egipto nació en una familia de cristianos egipcios. A los 12 años se escapó de casa y se fue a vivir a Alejandría, la ciudad más cosmopolita, más sofisticada y en muchos sentidos una de las más corruptas del mundo mediterráneo. Se mantuvo como cantante y bailarina. En algún momento, no sabemos cuándo, perdió la inocencia.

El apetito sexual de Mary se apoderó de su personalidad. Recorrió las calles de Alejandría en busca de socios. Su diversión favorita era corromper a jóvenes inocentes. Pero muchos años después, como le dijo a San Zósimo, el monje que escribió su autobiografía, nunca aceptó dinero de los hombres con los que se acostaba, nunca se prostituyó.

Una vez, mientras caminaba por los muelles del puerto, vio a un grupo de hombres abordar un barco. Le preguntó a uno de los marineros quiénes eran los hombres y adónde iban. Dijo que eran todos peregrinos, que se dirigían a Jerusalén para celebrar allí la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Por impulso, Mary decidió ir también. Cuando el barco llegó a Tierra Santa, María había seducido a todos los peregrinos ya todos los miembros de la tripulación.

En Jerusalén continuó con su rutina habitual de buscar nuevos socios. En el día santo, una multitud de peregrinos se abrió paso por las estrechas calles de Jerusalén hacia la Iglesia del Santo Sepulcro. Mary, por curiosidad, se unió a ellos. Pero cuando llegó al umbral de la iglesia, una fuerza invisible la detuvo. Ella no pudo entrar. De repente, la maldad de su vida la abrumó y comenzó a llorar.

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Cerca de la puerta había una talla de la Santísima Virgen. Dirigiéndose a la imagen sagrada, María oró por primera vez en años: «Ayúdame», le rogó a Nuestra Señora, «porque no tengo otra ayuda». Con eso, el poder que le había impedido entrar a la iglesia se retiró y María entró. Encontró un sacerdote e hizo una confesión completa.

Después de la Misa y la veneración de la Santa Cruz, María salió de Jerusalén, cruzó el río Jordán y se dirigió al desierto. Allí se convirtió en ermitaña, viviendo una vida de oración y penitencia durante casi 50 años.

Hacia el final de su vida se encontró con el monje Zósimo, a quien le contó su historia. Luego le rogó que volviera a ella el Jueves Santo con el Santísimo Sacramento, hacía décadas que no podía recibir la sagrada Comunión. Zósimo regresó, como había prometido, pero descubrió que María había muerto. La enterró, luego volvió a su monasterio y comenzó a dar a conocer la historia de María de Egipto.

Craughwell es autor de más de 30 libros, incluidos «Santos que se comportan mal» y «Este santo cambiará tu vida».