El Año de San José para toda la Iglesia ha sido muy apropiado, porque recuerda su papel central como patrón de la Iglesia universal. Este título fue formalizado por el Papa Pío IX en 1870. En Quemadmodum Deus , el Papa Pío IX hace una mención especial del papel de San José de velar por la resurrección y crianza de Jesús, así como su papel como protector del Señor. Ambos roles fueron su forma de cooperar con la obra de salvación, y es un rol que continúa hasta el día de hoy en el cielo.

Cuidando el Cuerpo de Cristo

El papel de San José como padre adoptivo de Jesús implica que se le encomendó una misión: criar a Jesús y ser modelo de quien Jesús pudiera aprender (cf: Lc 2,52). Él proveyó para María y Jesús, alimentó a Jesús, lo lavó, lo abrazó, lo ayudó a dormir por la noche. Cada deber paternal fue realizado para Jesús por José con cuidado y devoción, ciertamente hecho con tanto amor y devoción como si Jesús fuera suyo. A medida que Jesús crecía, San José le enseñó a caminar, a hablar y, lo que es más importante, a buscar al Padre en oración. San José modeló la fidelidad a las prácticas judías, no solo como una observancia externa, sino como una señal del amor de Dios que brotaba de su corazón. En la pobreza y sencillez de la Sagrada Familia, San José le enseñó a Jesús las riquezas del amor humano y que lo más importante es el amor a Dios y el amor al prójimo. En todo esto,

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Esto, pues, comienza a abrir un misterio para la Iglesia, que ella misma está místicamente unida al cuerpo de Jesús. La Iglesia es el cuerpo de Cristo, edificado por la comunión y la recepción eucarística de su cuerpo. Esta extensión del cuerpo de Jesús en el espacio y el tiempo significa que la Iglesia ya está a cargo de San José en el hogar de la Sagrada Familia en Nazaret. Esto significa que el misterio de la vida hoy está cerca del santo padre adoptivo en misterio en Jesús. Es también lo que permite que el papel de San José como padre adoptivo de Jesús se extienda ahora a toda la Iglesia. Su cuidado por Jesús se extiende ahora a todos los que están místicamente unidos a Jesús por el bautismo en la Iglesia. El patrocinio universal de la Iglesia de San José se basa en esta realidad. Así como cuidó de Jesús en Nazaret, ahora cuida de Jesús extendido a través de Su Cuerpo, la Iglesia.

Protectora de la Sagrada Familia

Otro deber central de San José era la protección de la Sagrada Familia. Guió a María a Belén (Lc 2, 4), fue comisionado para permanecer cerca del misterio de la Encarnación por San Gabriel (Mt 1, 24), protegió a la Sagrada Familia del peligro en los primeros años de la vida de Jesús (Mt 2: 13-23), y fue en busca de Jesús al Templo después de haberlo perdido (Lc 2,41-49). Como protector del peligro, San José ahora mantiene el papel de proteger a la Iglesia de las puertas invasoras del Infierno, citado por el Papa Pío IX como una de las razones para declararlo patrón universal de la Iglesia.

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A través de la unidad mística de Cristo y la Iglesia, y al considerar su papel para el niño Jesús, queda claro que San José tiene un papel principal en la protección de toda la Iglesia, incluidos nosotros también. Por eso debemos construir una relación con él ya que pertenecemos a Jesús en su Iglesia, y así compartimos la relación de Jesús con San José. Debemos fomentar la devoción a San José, invocar su ayuda y emularlo. Es un azote del diablo, una ayuda principal en el tiempo de la tentación, y cuya misión se extiende ahora a toda la Iglesia.

Cooperador con la Redención

Finalmente, en el cuidado de Cristo y la protección de la Sagrada Familia, vemos una misión encomendada a San José. Gabriel lo llama a esta misión de cuidar tanto a María como a Jesús. Y sin él, el curso de la historia de la salvación habría tomado un giro radicalmente diferente. La respuesta generosa de San José no sólo revela su gran carácter, sino también la humildad de Dios manifestada por su dependencia de nosotros, criaturas vulnerables, en la obra de la salvación. San José nos revela, pues, que la verdadera humildad es la que permite acoger la llamada de Dios para ser cooperador de la redención. Puesto que la obra de la salvación todavía está a la mano en la Iglesia, San José continúa cooperando con el Hijo de Dios, nuestro Redentor, y con la Iglesia en la obra de la salvación. Al pedir su intercesión, invocamos su papel bíblico como cooperador en la gracia de la salvación.

Conclusión

A la luz de estos aspectos de la misión de San José, encontramos mayor significado en su papel como patrón universal de la Iglesia. Su misión de intercesor, protector, cooperador y cuidador del cuerpo de Cristo, la Iglesia, es un papel que continúa hasta el día de hoy. Es vital que nosotros, como cristianos, sigamos apoyándonos en San José. Su importancia para toda la Iglesia ayuda a proteger nuestra comunión acercándonos más al Hijo de Dios. En San José tenemos un ejemplo de fe bien vivida, y tenemos un amigo y un ayudante que nos acerca a Cristo.

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