¿Las mascotas van al cielo?

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Hay tres formas de responder a la pregunta de si existirán mascotas en el cielo. Un argumento sugiere que los animales, junto con toda la creación, serán restaurados a la vida en la Resurrección. El argumento contrario sugiere que los animales carecen de un alma racional y, por lo tanto, no serán resucitados. En algún punto intermedio está la idea de que algunos animales (y especialmente los perros) tienen suficiente autoconciencia y personalidad para tener un alma, aunque no de la misma sustancia que el alma humana, y por lo tanto serán traídos a la vida en el cielo.

Hay algo de apoyo en la Biblia para la noción de que los animales vivirán en el cielo. El Libro de Job suena una nota hermosa que todos los amantes de las mascotas quieren escuchar: “En su mano está el alma de todo ser viviente” (ver 12:7-10). La profecía de Isaías retrata un mundo mesiánico reconciliado por la gracia de Dios y en paz: “Entonces el lobo será huésped del cordero, / y el leopardo se acostará con el cabrito; / El becerro y el leoncillo pacerán juntos, / con un niño pequeño que los guíe. / La vaca y el oso pacerán, / juntos se echarán sus crías; / el león comerá heno como el buey” (Is 11,6-7). La visión del cielo vista por San Juan en el Libro del Apocalipsis incluye a Jesús regresando victorioso a la tierra al final de los tiempos, montado en un caballo blanco (19, 11-14).

El Papa Beato Pablo VI nos dijo: “Un día, veremos a nuestros animales en la eternidad de Cristo. El paraíso está abierto a todas las criaturas de Dios”. El Papa Francisco también ha intervenido en esto. A pesar de que el Papa Benedicto XVI, un amante de los gatos, dijo en una homilía de 2008 que los animales “no están llamados al cielo”, el Papa Francisco enseña en su encíclica Laudato Sí’ (“Sobre el cuidado de nuestra casa común”), “La vida eterna será sea ​​una experiencia compartida de asombro, en la que cada criatura, transfigurada resplandecientemente, ocupe el lugar que le corresponde» (n. 243).

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Creemos en la resurrección del cuerpo, que implica dimensiones físicas y temporales para la vida en el cielo. Es difícil imaginar la vida corporal sin las cosas que la sostienen: agua, aire, comida, plantas y animales. Incluso antes de la Caída, Dios proveyó a Adán y Eva con todo tipo de seres vivos. ¿Será lo mismo después de nuestra resurrección corporal?

En última instancia, la pregunta será respondida en nuestra experiencia de muerte y resurrección. Una verdad consoladora es esta: El amor de nuestras mascotas está destinado a enseñarnos en esta vida el amor incondicional de Dios. Ese amor, que saboreamos solo imperfectamente en nuestro mundo corruptible, será experimentado perfectamente en el cielo. En un sentido limitado, entonces, se puede entender que nuestras mascotas señalan el camino al cielo y nos permiten experimentar en la tierra un anticipo del amor perfecto que nos espera en el cielo.