Cuando Dios expulsó a nuestros primeros padres del Jardín, le recordó a Adán: “polvo eres y al polvo volverás” (Gn 3, 19). Escuchamos estas palabras cada año el Miércoles de Ceniza, cuando el sacerdote deposita cenizas en nuestras frentes, un recordatorio de nuestra mortalidad y la seriedad de la peregrinación de Cuaresma que estamos a punto de comenzar.
A lo largo del Antiguo Testamento, las cenizas significan tristeza y arrepentimiento. Jeremías ordena a Israel que se lamente por su muerte inminente cuando dice: “Vístanse de cilicio, revuélvanse en ceniza” (Jeremías 6:26). Cuando Job emerge de su angustioso encuentro cara a cara con Dios, dice: “Hablé, pero no entendí… Por eso… me arrepiento en polvo y ceniza” (Jb 42:3-6). Jesús emplea imágenes similares cuando critica la dureza de corazón de sus oyentes: “¡Ay de vosotros… si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros hechos entre vosotros, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza!” (Mt 11: 21).
Las cenizas y el polvo equivalen a lo mismo. Ninguno es particularmente agradable, y ambos nos recuerdan que Dios usó un material bastante poco atractivo cuando nos creó. La Cuaresma nos recuerda cuánto asumió Cristo a través de la Encarnación y lo que nos ofreció en la cruz.
Padre Jorge Salmonetti es un sacerdote católico dedicado a servir a la comunidad y guiar a los fieles en su camino espiritual. Nacido con una profunda devoción a la fe católica, el Padre Jorge ha pasado décadas estudiando y compartiendo las enseñanzas de la Iglesia. Con una pasión por la teología y la espiritualidad, ha inspirado a numerosos feligreses a vivir una vida de amor, compasión y servicio.