José: el hombre de fe

El decreto primero trae a nuestra atención que José era un hombre de fe. Su fe no estaba arraigada en un concepto abstracto de Dios, sino en el Dios de sus padres y madres. Así, José debía la piedad filial a Dios, no sólo como una obligación, sino por la intimidad que existía entre Dios y su pueblo, porque su Dios es un Dios salvador.

Con esa idea, el decreto les dice a los fieles que pueden ganar una indulgencia plenaria meditando en el Padre Nuestro durante 30 minutos o participando en un retiro espiritual durante al menos un día que incluya una meditación sobre San José. Así como la fe de José se nutrió a través de la oración, así debe ser para la fe de los miembros de la Iglesia.

José: el hombre justo

José fue un hombre que protegió y guardó la presencia de Dios en su corazón. Esta disposición interior se manifiesta a través de su silencio y prudencia. Estas virtudes se muestran con brillantez en el deseo de justicia y misericordia de José. Los fieles pueden comenzar a comprender la virtud de la justicia reflexionando sobre cómo se manifiesta en la vida de San José. Así, como establece el decreto, los fieles pueden obtener una indulgencia plenaria siguiendo el ejemplo de San José y realizando una obra de misericordia espiritual o corporal. Con esta acción, se da a conocer al mundo la sabiduría de Miqueas 6:8: “Se te ha dicho, oh mortal, lo que es bueno, y lo que el Señor requiere de ti: Solamente que hagas justicia y ames el bien, y camina humildemente con tu Dios.”

José: Custodio de la Sagrada Familia

El decreto habla de este aspecto central de la vida y vocación de José. Dios lo llamó a cuidar de la Virgen María y del niño Jesús: es esposo de María y padre legal de Jesús. La presencia de la Sagrada Familia no es sólo una realidad del pasado; está destinada a ser la atmósfera que impregna cada familia cristiana, haciendo de cada una una familia de comunión, amor y oración. A la luz de esto, el decreto establece que se puede obtener una indulgencia plenaria rezando un rosario en una familia o por un esposo y una esposa. A través de esta acción, la Sagrada Familia no es simplemente idolatrada sino recibida en cada hogar cristiano, para que no vuelvan a saber del rechazo que recibieron en Belén.

José: el trabajador

Jeremías 22:13, da la advertencia de que el castigo viene para aquellos que abusan de sus trabajadores. Pero con José vemos el lado positivo del trabajador, porque Dios se encomienda a los trabajos que José abrazó durante su vida. La presencia de Dios en la obra de José nos enseña que la gracia se extiende a todos aquellos que, como José, permiten que Dios entre en su obra. El trabajo no está destinado a ser opresivo, sino a través de Cristo, un medio para la revelación de la dignidad humana. En consecuencia, el decreto dice a los fieles que pueden ganar una indulgencia plenaria encomendando un día de su trabajo a San José o que invoquen su ayuda, a través de su oración e intercesión, para todos aquellos que buscan trabajo para que todo el trabajo humano ser tratado con más dignidad.

José: el refugiado

Finalmente, el decreto llama a los fieles a considerar la huida de la Sagrada Familia a Egipto. Debido a las acciones políticas en su tierra natal, la Sagrada Familia se vio obligada a huir, convirtiéndolos en refugiados. Este momento de la vida de José recuerda a los fieles que Dios está con ellos en los peligros de la vida. Visto o invisible, Dios está con Su pueblo. Así, como establece el decreto, los católicos de rito latino pueden ganar una indulgencia plenaria rezando la letanía de San José para el alivio de los cristianos perseguidos, ya sea que estén dentro o fuera de la Iglesia. Los fieles de los ritos orientales de la Iglesia pueden rezar el Akathistos a San José (total o parcialmente) o alguna otra oración de San José.

Recuerde, no es necesario realizar los cinco actos para obtener la indulgencia. Una basta, pero el decreto nos da esta diversidad de acciones para animar a los fieles a emular a San José durante todo el año, buscando una mayor conformidad con Jesús. Sin embargo, cuando se realiza una acción, debe estar respaldada por las condiciones habituales: recepción de la Eucaristía, confesión y un acto de oración por las intenciones del Papa. ¿Por qué? Porque las indulgencias sólo son posibles a través de un corazón que busca una vida totalmente desprendida del pecado y en unión con la vida de la Iglesia. A medida que los recuerdos de la muerte y el sufrimiento de 2020 continúan rondando nuestras mentes, que la vida de San José dada a conocer a través de la Iglesia nos ayude a todos a recordar la belleza y la presencia de Dios, que existe en cada momento de la vida humana. Como dijo Santa Teresa de Ávila, “A otros santos, el Señor parece haberles dado la gracia de ayudarnos en algunas de nuestras necesidades. Pero mi experiencia es que San José nos ayuda en todos ellos”.

Padre Nicolás Blackwell, O. Carm. escribe desde Nueva York. Sígalo en Twitter en @CarmeliteNick.